Paolo Bettini, natural de la Toscana,
se retiró del ciclismo profesional a los 41 años en 2008, tras el Mundial en Ruta celebrado en Varese, Italia. No pudo pues conseguir el que hubiera sido su tercer
arcoíris consecutivo, hito por nadie logrado hasta la fecha.
Aprendió junto al gran Michele Bartoli y estuvo ligado desde
los inicios al equipo ciclista Mapei
(hoy Etixx-Quick-Step), sus mejores
resultados siempre los consiguió a las órdenes de Patrick Lefevre, actual director deportivo del conjunto belga. Dominador
de la extinta Copa del Mundo de 2002
a 2004, ese mismo año se proclamó
campeón olímpico en Atenas. El
ciclista italiano está considerado uno de los mejores ciclistas del inicio de
siglo. Quizá solo eclipsado por Lance
Armstrong.
Bettini fue ese corredor clasicómano
protagonista en las Ardenas como puede serlo Alejandro Valverde en el
presente. De palmarés escueto para su influencia, era capaz de parar pelotones,
atraer la mirada de todos, y manejar situaciones extremas de carrera con
astucia felina. Descarado y expresivo, puede contar sus victorias con los dedos
de varias manos pero también, y es necesario apuntarlo, lo puede hacer con las
veces que fue foco de la polémica, deportiva y extradeportiva.
Representaba bien al ciclista
italiano de raza y talento que tanto escasea a día de hoy. Y es que desde su
retirada ningún italiano ha brillado en los mundiales. A buen seguro el propio
Bettini con parte de responsabilidad, como seleccionador de la “azurra” durante
tres años hasta 2013.
Bien es cierto que su ausencia en
esta época que vivimos poco se nota. Con la presencia en el pelotón
internacional de ciclistas como el citado Valverde, Kwiatkowski, Sagan o Gilbert, el aficionado seguro que no
echa en falta al personaje en cuestión. Otra cosa es de cara al ciclismo
italiano. Siempre recordarán a un capo, Il
Grillo, Paolo Bettini.